Haber
ganado tiempo a la mañana me llevó a un cambio de planes. Devolvería a la
alacena las albóndigas de bote y me pondría a hacer “manualidades” con una caja
de obleas que llevaban desde antes del verano rodando por el fogón. Manos a la obra para
canalizar todo el exceso de energía que me había provocado la lluvia. Ese hojaldre más seco que el “ojo la Ines ”, esos huevos medio cocidos
por las prisas, ese horno cuya utilidad consiste en guardar sartenes…iban a
imponer un ritmo frenético a las primeras horas de la mañana. ¡¡Menudo lío!!
¿Quién me mandó meterme en una aventura culinaria a estas horas? Resultado,
perdida de paciencia ante la incapacidad de pegar el hojaldre con el tenedor.
No había manera de que aquel hojaldre pegase a golpe de tenedor. Como dios me
dio a entender, coloque con no pocas dificultades aquellas “desastradas” empanadillas
que se resistían a despegarse de mis manos y del papel vegetal. Una patina de
huevo batido ¿con qué pincel? ¿el del tinte del pelo ó el de las acuarelas de
mi hija?. Desayuno de tortilla francesa por no tirar las sobras… ¡con lo que me
gusta las galletas con cola-cao!
¿Qué he
hecho? El fregadero lleno de cacharros, ahí se queda. No hay tiempo para dedicar un
minuto mas a las manualidades, faltan las camas, la ducha, levantar a la peque,
recoger la ropa que esta lloviendo, subir al trastero a por las katiuscas…Unas
al horno y otra a la ducha. Sobre la marcha decidí lavarme el pelo, darme la
crema corporal (nunca me la doy porque no tengo tiempo), hacer unos
estiramientos en la alfombra…joder los efectos terapéuticos de la lluvia me han
hecho olvidar que hoy es día de prescindir
del transporte público y que toca atasco. ¡Se me han olvidados las
empanadillas! Mierda, se han achicharrado. No perder la calma, unas al cubo de
la basura y toca rescatar el bote de las albóndigas.
Cuando me
siento al volante, ha llegado uno de los mejores momentos del día. Soy feliz en
el atasco; música y pequeñas tontunas radiofónicas hoy me han hecho sonreír;
Rosa quería decir a Roberto que es un campeón y que estaba muy feliz con esa
hora que le lleva al muchacho “el momento coyunda” (consulte la sección de
sinónimos del wordreference). El chico estaba a punto de pedir cita en el
urólogo, pero mira por donde su chica se había
encargado de gritar a los cuatro vientos las virtudes de su amante. Un
grupo de buenos profesionales había hecho sacar lo mejor y más entrañable de la
pareja.
Finalmente
llego al destino; el garaje de los bajos de una parroquia. Me encuentro con la
sonrisa y los buenos días de Pepe. Pepe es uno de los hombres más importantes
de mi vida. Hace años pensaba que era preciso tener un amigo abogado, otro
mecánico y un médico…
Con el paso
de los años mis ángeles de la guarda son Toni, el manitas, Brenda, el fisio y
Pepe el encargado de mirar por mi economía haciendo la vista gorda y no
cobrando la estancia del coche. Soy una afortunada; muchas veces que no he
tenido un buen día Pepe me hace sentir “grande, querida e importante”. Gracias.
Cualquier día nos tocará esa primitiva…
Seguía
lloviendo y el último paraguas había desaparecido del coche. Y con el bolso de
sombrero cruce el par de semáforos, me llevé por delante a un par de
viandantes, serpentee entre colegiales sin prisa y cuando llegue a la explanada
del edificio de oficinas mire hacia el cielo y deje que los goterones me
cayeran por la cara como una bendición divina.
Que llueva,
que llueva….