Bienvenido a la casa de la bruja cuando arranca el día; no le sirven para nada los poderes.
La primera premisa es que, te levantes a la hora que te levantes, siempre vas a “ir de craneo”; Siete y media no es mala hora si tenemos en cuenta que hay que poner el desayuno a la adolescente, hacerle el bocata de media mañana, plancharle el pelo, repetirla varias veces “que se lave los dientes”; decir hasta cansarse “no te pintes los ojos, no es horario de discoteca aunque todavía no haya amanecido”, no tires la leche por el fregadero que cuesta dinero…y suma y sigue cada vez que la rebelde y malhumorada adolescente aborda cualquier labor matutina. Cuando finalmente te vas a liberar de ella y sale con la mochila por la puerta, se revuelve y te atropella porque se le han olvidado las llaves. Pone la habitación “patas arriba” ante mis ojos incrédulos y finalmente me da la puntilla: “Seguro que las has cogido tú, porque como estas todo el día ordenando”. No perdamos los nervios porque hay dos opciones: primera, le sacas al descansillo para que se vaya de una vez sin llaves o segunda, le sacas al descansillo para que se vaya de una vez pero con tus llaves.
Aunque la elección debería ser una buena lección de lo que pasa cuando has extraviado lo único que tiene que cuidar aparte del material escolar, una vez mas se impone la solución desacertada; que la señorita se lleve las llaves.
No hay tiempo para detenerse, hay que ducharse, planchar una camisa, exprimir unas naranjas, pasar una toallita por los saneamientos, recoger la leonera de la que acaba de marcharse…y a todo esto sumarle que aún hay que levantar y tirarle literalmente en el cole a la segunda. Imposible de sacarle de la cama, da igual quitar la manta que abrir la ventana…Me dan ganas de acabar de arreglarme y echar a correr. Sin embargo tengo que dedicarme en cuerpo y alma a poner en marcha a la marmotilla. Después de varios intentos fracasados con buen talante, recurro a la solución eficaz “ponerme como una hidra”. Y todo empieza a rodar; la ropa la elijo yo, los tirones de pelo les doy yo, y cualquier cosa por nimia que parezca, la decido yo. No hay mañana que no destile “mala leche”. Con el reloj en contra, y la aguja sobrepasada vamos llegando “por los pelos” a los sitios. Primero al colegio; la mayoría de los días nos damos “de morros” con el bedel que viene a cerrar la puerta, después el kiosko, parada obligatoria para chicles y periódico y finalmente aterrizo en mi trabajo con algún rulo colgando. Cuando me siento en la mesa sonrío; he sobrevivido una mañana más al arduo trabajo de poner en marcha mi pequeño universo. Soy una bruja que no tengo varita mágica, solo tengo escoba…
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