Parece que era ayer cuando un caballero que invité a entrar en una noche fría, después de un concierto, sin otra pretensión que me calentase los pies en sus pantorrillas, se instalará a mi lado por un par de décadas. ¡¡¡Toda una vida!!!
“Aquellos maravillosos años” que vivimos con pasión aparecen cómo un espejismo; me cuesta pensar que fui la actriz principal de la serie. Hoy, solo queda una bruja. Lo especial e intenso es efímero en el tiempo o quizás el ser humano no estemos capacitados para soportar la felicidad más allá de momentos breves y puntuales.
Y vinieron los hijos que en el lugar del pan debajo del brazo, trajeron discusiones, divergencias y sobre todo la tercera “d”, la del distanciamiento. Y a trompicones mantuvimos “aquello” mientras los pañales, biberones, tirar del carro, vacunas,…etc, no nos dejaban pensar mucho más allá. Rozarse por la noche era todo un milagro, que cada vez era más complicado que se produjese. Cómo la lección y el aprendizaje no habían sido suficientes repetimos un par de veces más. Sorteamos estos años como “Dios nos dio a entender”. De las princesas disfrutamos mucho, eran guapas, risueñas, felices…todo lo que se puede pedir a una princesa. Pero nosotros nos sentimos unos incomprendidos cada uno en el nuevo lugar que nos había colocado la vida; aparecieron peluqueras, mozos de almacén, compañeras de oficina, compañeros de trabajo…y mientras iban y venían, nuestras princesas crecían y crecía nuestro deseo de cambiar nuestra mísera existencia en esa relación.
Decidir que hacer con el cadáver no fue tarea fácil; llevábamos años que era sumamente difícil ponerse de acuerdo. Sumado que habíamos llegado a una situación cómoda, aburrida y de no agresión… ¿Por dónde empezar?
En ese mismo momento comienza la hoja de ruta peor planteada, más equivocada y diseñada exclusivamente por mí, que era quién no iba a permitir ni un día más, que aquello se prolongase. Y empiezan a sucederse las etapas más variopintas y extrañas de esta relación moribunda. “Compartimos piso y repartimos tareas para que el bolsillo no se viese afectado por la nueva relación”; en busca de un estado perfecto que no perjudicase las cosas que hasta ayer eran lo mas importante de nuestras vidas: vacaciones, viajes, pueblo y caprichos varios. “Compartimos sexo”; esta fue una de mis demandas, no estaba dispuesta a sacrificar lo que mas me gustaba de la relación; ahora que nos habíamos convertido en unos virtuosos del conocimiento del cuerpo del otro, a tirarlo por la borda y sin tiempo para dedicarse a la búsqueda de un nuevo amante. Me negaba. “Compartimos cuenta del banco” aquellos ahorros iban a ser intocables, de momento. Cada paso de la hoja de ruta nos iba alejando de la meta y suponía volverse a reubicar.
Con tantas medidas descabelladas, de las que el cerebro era yo y que lejos de conseguir los resultados que esperaba, empecé a pensar que el problema en si era “la hoja de ruta”. Solución, no tiene que haber hoja de ruta porque no hay objetivo que perseguir.
Y por fin llegó el año que cambió mi vida; nada de sexo, nada de llamadas de teléfono con el ex, nada de exigencias, nada de reproches, nada de piso compartido, nada de cuenta común, en definitiva, nada de nada. Dedicada a replantearme cómo quería la brujilla vivir.
Y poco a poco voy tejiendo meticulosamente mi vida cuyo referente es un sueño que persigo y que se va desvelando poco a poco; unas pequeñas señoritas cómplices de esta brujilla casquivana, unos cuantos amigos “manitas” que hacen posible que sobreviva a cualquier contratiempo del hogar (además del seguro que pago religiosamente), unos amantes que me amueblan el corazón y me calientan el cuerpo, unas amigas que son mis mejores espectadores de aventura y una familia que sencillamente esta ahí…
Secretillo: Cuando he llegado de trabajar me estaba esperando el ex para enseñarme que me había limpiado el ventanal doble de mi habitación. ¿Empezamos a ver la vida con mas claridad ???
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