24 de enero de 2012

A TOMÁS, MI JEFE Y AMIGO

La semana no podía haber empezado peor. Tomás, mi jefe y amigo se ha ido de la empresa.
No es la memoria mi gran fuerte, pero del año 97 recuerdo “aquel verano” que fue distinto a los demás. Por julio fuimos parte de ese país que se puso en pie con el propósito de cambiar la suerte de un muchacho, Miguel Ángel Blanco, que no había cometido otro delito que ser joven y libre para opinar; ¡¡¡cuanta irracionalidad!!! Ojala hayamos aprendido algo.
Cambiando de tercio, apareció Dolly aquella oveja “clonada” que llenó tantas páginas de periódicos  y minutos de informativos. Hasta a mí, chica del mundo rural, aquello me impactó. “Ver para creer”.
Y en el 1997 la vida nos cruzó; fue una breve relación profesional, dónde sin querer ya empecé a admirar “tu talante y tu talento”. Cómo brujilla que soy la vida casi siempre me da una segunda oportunidad para las cosas y las personas que merecen la pena. Y a la vuelta de los años nos encontramos de nuevo cara a cara; me había hecho mayor, había perdido mi timidez y estaba a la altura del jefe de casi dos metros. Sabes que muchas veces te he dicho que “cuando no se te conoce, impones”.

Lo cierto es que en algún lugar del alma, tenemos muchas cosas
en común: esa pasión que compartimos por el pueblo, ese orgullo por nuestras familias numerosas, ese hacerse a uno mismo…y todo ello desde la perspectiva del entusiasmo y el escepticismo que da la edad para saber discernir las cosas que merecen la pena de la vida. Juntos reíamos sin parar, te escuchaba embobada las mil y una anécdotas desde tus primeros trabajos en el cine de los Estudios Roma (eres un gran relatador), te contaba los últimos devaneos amorosos en las redes sociales, disfrutaba de tus ironías, recordábamos amigos comunes; en resumen, hacíamos “una puesta a punto” de nuestra amistad, porque en el trabajo eras mi querido jefe…Pasado glorioso y futuro incierto tejían aquellas comidas rematadas con pacharán; Solo una escasa neurona para la reflexión final “somos como los  abuelos cebolletas, nos estamos haciendo mayores, no contamos más que batallitas…”…

No voy a hablar “ni de jefes, ni de indios”, creo que tiene que ser el tiempo quién se encargue de dar su veredicto. Me quedo con tus máximas: “trabajador satisfecho, trabajador rentable” y “detrás de un trabajador, hay un ser humano”

Esta mañana cuando nos has dicho que te ibas, eras tú, el Tomás de siempre, sin reproches, sin descalificaciones, con entereza…sí, con dignidad.
“Grandullón” las cosas no van a ser igual sin ti. La vida aún nos tiene que regalar muchos momentos juntos; seguiremos alegrándonos cuando nos veamos y disfrutando cuando estemos juntos.
¿Comemos la semana que viene? Pediremos un pacharán “doble” para seguir encajando los “golpes” de la vida.