31 de enero de 2012

AL MASAJISTA, LOS LUNES

Entre mis propósitos para enero estaba darme unos masajes cuya prioridad era remediar el dolor de “riñones” que dirían las abuelas. A la búsqueda salí; recordé un letrero que hacía meses había leído multitud de veces “Próxima apertura de clínica de fisioterapia”; empezaría por ahí. Me había enterado que una amiga también había abierto un centro con todo tipo de terapias para mujeres, donde por supuesto no podían faltar todo tipo de masajes; era cuestión de comparar de precios.
Cuando me acerqué a la cristalera de la clínica, percibí que aquellos cristales biselados estaban relucientes y se intuía que el negocio funcionaba. Llamé y un caballero “bien plantado” a la par que educado salió a mi encuentro y me puso al corriente de bonos, tratamientos, técnicas…y todo lo más moderno en fisioterapia, osteopatía y terapia miofascial.  Me sonaban “a chino” muchas cosas, pero esos ojos negros certeros me trasmitieron una sensación de bienestar y automáticamente decidí ponerme en sus manos. ¡Vaya manos!, si no eran capaces de desentumecerme las articulaciones habría que pensar en el quirófano.
Salí convencida que aquí estaba mi camilla; a mi amiga le diría que lo había pensado mejor y de momento iba a posponer los masajes o quizás prefería alguna sesión contra la celulitis o el vello facial…algo se me ocurriría. Además, puestos a buscar razones de peso, el muchacho acababa de instalarse por su cuenta y yo podía ser una buena embajadora y dar buena razón de sus destrezas. Dejando de un lado la comparativa de precios que requiere la crisis y convencida de haber optado por la mejor solución altruista, he empezado mis sesiones. He elegido los lunes. Una forma de poner un poco de color al día más “horribilis” de la semana.
Voy más contenta que unas castañuelas a ponerme en esas manos enormes y prodigiosas...os contaré.
He llegado a la conclusión que a mi edad hay dos tipos de mujeres, las que tienen que reparar el cuerpo y ponen un fisio y las que tienen que reparar el coco y ponen un sicólogo.  Y a fin de cuentas, unas y otras, lo único que ponemos en la vida es un amigo.

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